PRESENTACIÓN DE LOS CUADERNOS DE HISTORIA HABANERA
(Tomos XI al XVIII)
Félix Julio Alfonso López
La República fue un escenario fértil para el surgimiento de diversos proyectos editoriales, los que han sido insuficientemente estudiados, hecho destacado por el ensayista Ambrosio Fornet, bajo el nombre de “la frustración creadora”. Lo que quiere decir que, aun en medio del formidable malestar que significó el carácter dependiente del estado republicano, en su seno latieron siempre aspiraciones de adelantamiento intelectual y de justicia social, entre cuyos propósitos estaba dar a conocer lo mejor del pensamiento, la historia, la cultura y el imaginario patriótico cubano. La intelectualidad que alcanzó su juventud y adultez en los años azarosos de las primeras décadas republicanas—Fernando Ortiz y Emilio Roig de manera destacadísima, pero no fueron los únicos—, fue portadora de ese empuje moral, que se tradujo en la publicación de numerosas colecciones de libros y revistas cubanas.
Entre estos proyectos fueron notorios por su calidad y trascendencia los que dirigió durante diecisiete años Fernando Ortiz, entre 1922 y 1939, me refiero a la Colección de Libros Cubanos y a la Colección Cubana de Libros y Documentos Inéditos o Raros. Otro proyecto interesante lo patrocinó la Editorial Trópico, que entre 1936 y 1943 publicó un nutrido haz de libros de historia, biografías y ensayos, incluyendo una edición en setenta volúmenes de las Obras completas de José Martí. De más larga data fue la Biblioteca de Autores Cubanos de la Universidad de La Habana, que existió entre 1944 y 1963.
Además de los propósitos editoriales que acabo de mencionar, se destacó por su originalidad, proyección histórica y ademán democrático los Cuadernos de historia habanera, publicados por Emilio Roig de Leuchsenring, Historiador de la Ciudad, bajo el auspicio del municipio de La Habana, de manera ininterrumpida entre 1935 y 1964. Nótese que las dos fechas límites de esta colección, que alcanzó los 75 volúmenes, coinciden con las del nombramiento de Emilito como historiador de la ciudad, hecho que ocurrió el 1 de julio de 1935, y su fallecimiento el 8 de agosto de 1964. Quiere decir que los Cuadernos de historia habanera acompañaron, como un portavoz intelectual por excelencia, las aspiraciones y batallas culturales de Emilito durante casi tres décadas, y en sus minuciosos tomos, generalmente de modesta factura y humilde papel, es posible encontrar una de las más completas enciclopedias de temas cubanos y habaneros de la etapa republicana.
Desde el año 2017, Ediciones Boloña de la Oficina del Historiador acogió la feliz idea de reproducir facsimilarmente, agrupándolos en un haz de volúmenes compactos, la colección íntegra de los Cuadernos, de los cuales han visto la luz ya diez tomos, los que incluyen desde el primero, dedicado al presbítero José Agustín y Caballero hasta el marcado con el número 36, consagrado a homenajear al ilustre polígrafo habanero Francisco González del Valle, fallecido en 1942. La transcripción que hoy presentamos es continuidad de la anterior y abarca, en ocho compendios, un número menor de Cuadernos, pues va desde los no. 37 y 38, correspondientes al libro en dos entregas titulado La Habana en 1841, obra póstuma del ya mencionado Francisco González del Valle, ordenada y revisada por Raquel Catalá, hasta el no. 65, dedicado a conmemorar la primera ley orgánica de municipios en Cuba. Sería verdaderamente prolijo hacer un inventario de todos y cada uno de los cuadernos en este periodo, por lo que he preferido organizar sus contenidos en grandes líneas temáticas, para poder alcanzar una idea cabal de aquellos asuntos que fueron más recurrentes. Son ellos los que se refieren a:
- Los Congresos Nacionales de Historia, promovidos por la Oficina del Historiador con la colaboración de la Sociedad Cubana de Estudios Históricos e Internacionales, fueron el foro de historiadores más importantes de la época republicana, con especial énfasis en el rescate, divulgación y rectificación de importantes cuestiones relacionadas con la historia de Cuba, entre las que sobresalen las tesis nacionalistas y patrióticas de Emilio Roig, concernientes al nombre que debían llevar nuestras guerras de independencia, el verdadero carácter de la guerra hispano cubanoamericana y el hecho incontestable de que Cuba no debía su independencia a los Estados Unidos. En la presente colección aparecen recogidos los discursos y acuerdos de Sexto Congreso Nacional de Historia, con sede en Trinidad, en octubre de 1947, bajo la dirección de Gerardo Castellanos y donde se presentaron trabajos de gran valía sobre el Padre Félix Varela, José de la Luz y Caballero y José Martí y Emilio Roig llevó la ponencia titulada “Los Estados Unidos contra Cuba Libre”. También fueron asunto del congreso trinitario la figura del Padre Las Casas, la prehistoria de Cuba, la historia de la medicina y de las artes en Cuba (vol. 39); el esclarecimiento de hechos y figuras de la historia nacional fue el tema central del Séptimo Congreso Nacional de Historia, celebrado en Santiago de Cuba en 1948, entre cuyos trabajos de mayor interés estuvieron los relacionados con el protagonismo de la provincia de Oriente en las guerras de independencia, la contienda hispano cubanoamericana y la biografía del mayor general Calixto García (vol. 42); el Octavo Congreso Nacional de Historia, nuevamente con sede en Trinidad, reflejó en sus sesiones los aportes de Enrique Gay Calbó sobre la bandera cubana; de Francisco de Miranda Varona sobre la masonería en las luchas cubanas por la independencia y de Emilio Roig sobre el primer año de la intervención militar estadounidense en Cuba (vol. 45); el homenaje al Centenario de la Bandera Cubana fue la motivación principal del Noveno Congreso Nacional de Historia, celebrado en La Habana en 1950, con esclarecidos trabajos de Hortensia Pichardo y Manuel Isaías Mesa Rodríguez, este último referido a la polémica personalidad de Narciso López, así como el ya citado trabajo de Roig “Cuba no debe su independencia a los Estados Unidos”(vol. 48); el Décimo Congreso Nacional de Historia, en 1952, estuvo dedicado al cincuentenario de la República y se celebró en dos sedes, La Habana y Matanzas, y allí nuevamente resonó la voz de Roig denunciando “Medio siglo de absorción y explotación imperialista norteamericana de la República de Cuba” (vol. 55), el undécimo Congreso celebrado en Trinidad en mayo de 1955, presidido por el ilustre martiano Manuel Isidro Méndez, al parecer no fue recogido como parte de los Cuadernos, lo que se retoma en el Duodécimo Congreso Nacional de Historia, que sesionó en la oriental localidad de Jiguaní en el mes de agosto de 1956 y que fue consagrado a las luchas independentistas del siglo XIX.
- Los homenajes a importantes figuras de la historia y las letras cubanas: Homenaje Nacional al médico personal del general Máximo Gómez, Dr. Benigno Souza, (vol. 40); Homenaje al coronel Cosme de la Torriente, tanto en su devenir durante las guerras de independencia como en su actividad representativa en la república (vol. 49); Homenaje al ilustre bibliógrafo habanero Domingo Figarola Caneda en el centenario de su nacimiento (vol. 52) y el tomo consagrado al cincuentenario de la labor como periodista de Enrique Gay Calbó (vol. 64).
- La publicación de obras historiográficas de gran valor como la Cronología de la guerra hispano cubanoamericana, de la autoría del profesor de la Universidad de Oriente Felipe Martinez Arango (vol. 43); y los Estudios histórico militares sobre la guerra de independencia de Cuba del historiador militar René Reyna Cossío (vol. 59).
- La valoración ecuánime y desmitificadora sobre procesos polémicos del devenir nacional, como el excelente volumen consagrado a examinar los primeros movimientos revolucionarios del general Narciso López (vol. 44) donde se recogen las conferencias de un curso impartido pos prestigioso profesores en vísperas de la celebración del primer centenario de la bandera cubana, entre quienes se encontraban el propio Roig, Mario Guiral Moreno, Manuel Isaías Mesa Rodríguez, Hortensia Pichardo, Fernando Portuondo, Enrique Gay Calbó, José Luciano Franco y Herminio Portell Vilá. En esa misma línea se inscribe el sentido homenaje, incluido en el vol. 51, donde varios autores honran la memoria de los mártires de 1851, causa extraviada que sin embargo podía mostrar nombres de gran valor y nobleza como Joaquín de Agüero en Camagüey.
- El esclarecimiento de pasajes biográficos de gran sensibilidad en la vida de patriotas cubanos, como el trabajo de José Luciano Franco dedicado a la descendencia de Antonio Maceo (vol. 47) y su continuación en el vol. 50, donde se exponen nuevas pruebas históricas sobre la familia del héroe de Baraguá. Otros asuntos polémicos son los relacionados con la reunión de La Mejorana y la muerte de Martí, asunto tratado brevemente por Manuel Isidro Méndez y que corresponde al cuaderno no. 56. Aquí incluyo también, dentro de las argumentaciones y discusiones sobre el pasado de Cuba, las discrepancias de Emilio Roig con Manuel Pérez Beato, a cuyos trabajos Roig se aproxima con óptica dialéctica y apasionada, como era su carácter, y que anuncia el tomo 60. Allí Roig relata con tono respetuoso los motivos que provocaron la enemistad de Pérez Beato a su persona, así como revela los numerosos errores e irregularidades que poseía su obra historiográfica.
- La divulgación de héroes desconocidos de la guerra de independencia, como el capitán chino teniente coronel Quirino Zamora, cuya biografía y acciones combativas se describen en el volumen 54. Y la publicación de diarios de campaña de figuras de menor relieve dentro del panteón independentista, como es el caso del Diario de Campaña del comandante Luis Rodolfo Miranda. (vol. 57)
Como es notorio en el resumen que acabo de mencionar, la Historia de Cuba, mucho más que la propia historia habanera, con todas sus luces y sombras, grandezas y contradicciones, alegrías y tristezas, es el ingrediente fundamental de que están hechos los Cuadernos de historia habanera. Darlos a conocer en un formato de libro popular, con precios económicos o en calidad de obsequio, y con el valor añadido de los prólogos explicativos del propio Emilio Roig en la mayoría de los casos, constituyó una de las contribuciones más profundas y duraderas que realizó la Oficina del Historiador al conocimiento y amor por los valores patrios de la nación, realizada en los días amargos de gobiernos corruptos y cruentas tiranías.
En tales circunstancias, Roig se las ingenió para, legitimado por su inmenso prestigio como intelectual y promotor cultural, aglutinar a los grandes historiadores coetáneos suyos, independientemente de sus tendencias o doctrinas políticas, para que contribuyeran a su magna obra de enaltecer la cubanía. También fue su personalidad tan atrayente y magnética la que hizo posible que ningún alcalde habanero le negara su apoyo a la hora de publicar estos Cuadernos, que se continuaron después del triunfo de 1959. Debemos agradecer a Ediciones Boloña, a su director Mario Cremata y a su equipo de trabajo el ingente esfuerzo realizado en la transcripción y el cotejo con los originales para la publicación de esta versión contemporánea de los Cuadernos de historia habanera. Volverlos a leer hoy, en el 85 aniversario de su primera edición, y del nombramiento de Roig como historiador de La Habana, es el mejor homenaje que puede rendírsele desde la Oficina que fue su creación mayor, y que ha tenido en el Dr. Eusebio Leal a su continuador y discípulo más brillante.
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